El Belvedere es un complejo de edificios históricos de Viena, una joya del Barroco, formado por dos palacios, el Invernadero y las Caballerizas de Palacio. Fue construido durante un periodo de grandes obras en Viena, que en aquella época era la capital imperial y el hogar de la dinastía gobernante de los Habsburgo. El Belvedere fue la residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya, que concluyó con éxito una serie de guerras contra el Imperio Otomano.
Hoy, el palacio alberga el Museo del Belvedere, punto de referencia en un presente desorientador. Esta constante histórica vincula el pasado con el futuro.
En el Belvedere se presentan piezas de las siguientes épocas:
Renacimiento (1200-1600): Las primeras obras de la colección del Belvedere son pinturas y esculturas que datan de finales del siglo XII hasta 1600 aproximadamente. Estas exposiciones trazan la transición del arte románico al gótico y, finalmente, al naciente Renacimiento.
Barroco (1600-1800): La pompa y el dramatismo caracterizan el arte barroco, aunque en este periodo también encontramos representaciones realistas de paisajes y objetos cotidianos. Importantes obras de la aristocracia y la Iglesia ofrecen una imagen variada de la época. Únicas son las «Cabezas de personajes» de Franz Xaver Messerschmidt, una misteriosa serie que ha inspirado múltiples interpretaciones y sigue fascinando a los espectadores hasta nuestros días.
Neoclasicismo/Biedermeier (1800-1865): a finales del siglo XVIII, la sociedad y las concepciones del arte empezaron a cambiar. Los artistas empezaron a fijarse menos en los acontecimientos del pasado para sus temas y centraron su atención en el aquí y ahora, con todos sus contrastes sociales en la ciudad y el campo. Al mismo tiempo, la representación de la naturaleza ganaba en importancia, con las montañas del Salzkammergut y el Berchtesgadener Land como motivos especialmente populares.
Viena hacia 1900: A finales del siglo XIX, Viena se estaba convirtiendo en una metrópolis. Numerosos artistas se dedicaban a decorar los grandes edificios de la Ringstrasse. Este florecimiento de las artes allanó el camino a la fundación de la Secesión vienesa. Gustav Klimt ya era el pintor más aclamado de Viena; el Belvedere adquirió El beso en vida del artista. En este periodo también creció el reconocimiento y la fama de las mujeres artistas.
Modernismo emergente (1900-1920): La industrialización alteró fundamentalmente la sociedad. Se necesitaban niveles educativos más altos y el Estado profesionalizó las escuelas y la formación profesional, incluida la enseñanza del dibujo. Esto tuvo un profundo impacto en la creatividad artística. Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías simplificaron y aceleraron la comunicación y el intercambio, como demostraron las redes artísticas y sus revistas, como Der Sturm y Die Aktion.
Vanguardias (décadas de 1920 a 1950): Para muchos artistas, el final de la Primera Guerra Mundial devolvió la oportunidad de debatir conceptos y utopías en un intercambio internacional de ideas. El auge del nacionalismo, las dictaduras totalitarias y, por último, la Segunda Guerra Mundial aislaron a los artistas y destruyeron sus medios de vida. Sólo después de 1945 los esfuerzos combinados reunieron gradualmente a los artistas y los puntos en común internacionales fomentaron la apertura a nuevos enfoques en el arte.
Vanguardias (1960 - 1970): En la década de 1960, la relación entre arte y sociedad se volvió muy dinámica. El Accionismo vienés reaccionó al ambiente represivo religioso y post-nazi introduciendo provocativamente el cuerpo humano como material artístico. Al mismo tiempo, en el curso de los movimientos por los derechos civiles y de las mujeres, surgió una generación de artistas feministas que desmantelaron las estructuras patriarcales y los roles de género.
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